El legado de Freud
En septiembre de 1939, Sigmund Freud murió en su casa de Hampstead que ahora es el Museo Freud en Londres. Unas semanas antes había estallado la guerra mundial. Se cuenta que Freud, moribundo, estaba escuchando un debate de la radio o que respondía a una pregunta de su nieto (hay varias versiones) a la candente pregunta "¿será ésta la última guerra?" contestó con tristeza "en cualquier caso, será mi última guerra".
Freud había sido exiliado de su hogar y de su consulta en Viena poco después de que unos matones nazis entraran en su casa y arrestaran a su hija Anna Freud, a quien liberaron poco después. Freud enfrentó la persecución de la poder nazi instalado después de la "Anschluss" entre Alemania y Austria no sólo porque él era judío, sino también porque era la figura fundadora del psicoanálisis, condenado por el régimen como un ejemplo del "pensamiento judío degenerado": las obras de Freud, junto con las de Marx, Einstein, Kafka, Thomas Mann y otros, tuvieron el honor de estar entre los primero libros en ser condenados a la hoguera en la orgía inquisitorial de la quema de libros de 1933.
Pero los nazis no fueron los únicos en odiar a Freud. Sus homólogos estalinistas, también decidieron que las teorías de Freud debían ser denunciadas desde las cátedras del Estado. El triunfo del estalinismo puso fin a toda experimentación en el arte, educación y otras áreas de la vida social, y además se dedicó a una caza de brujas contra los seguidores del psicoanálisis dentro de la Unión Soviética, en particular contra aquellos que consideraban las teorías de Freud compatibles con el marxismo. El joven poder soviético había adoptado una actitud muy diferente: aunque los bolcheviques nunca adoptaron una enfoque homogéneo sobre este tema, bastantes líderes bolcheviques, Lunarcharsky, Bujarin y el propio Trotski entre otros, manifestaron sus simpatías por los objetivos y métodos del psicoanálisis; como resultado, la sección rusa de la Asociación Psicoanalítica Internacional fue la primera en el mundo en obtener apoyo, incluso financiero, de un Estado. Durante aquel período, uno de los principales ejes de esa sección fue la creación de una "escuela para huérfanos" dedicada al cuidado y tratamiento de los niños que habían quedado traumatizados por la pérdida de sus padres en la guerra civil.
El propio Freud se interesó vivamente por estos experimentos: tenía curiosidad por saber cómo los distintos esfuerzos por educar a los niños de manera colectiva, y no en la base confinada y tiránica del núcleo familiar, tendría incidencias en el complejo de Edipo, que él había identificado como central en la historia psicológica del individuo. Mientras tanto, bolcheviques como Lev Vygotski, Alexander Luria, Tatiana Rosenthal y M. A. Reisner hicieron contribuciones a la teoría psicoanalítica y exploraron su relación con el materialismo histórico.
Las palabras siguientes de Lenin, referidas por Clara Zetkin, muestran que los bolcheviques no tenían un enfoque unilateral respecto a las teorías de Freud, aunque pueda decirse que las críticas de Lenin lo eran sobre todo contra los defensores de esas teorías más que contra las teorías mismas: "La situación en Alemania misma exige la mayor concentración de todas las fuerzas revolucionarias proletarias, ¡para la lucha contra una reacción cada vez más insolente! Y resulta que las militantes discuten sobre el tema sexual y sobre las formas del matrimonio en el pasado, el presente y el futuro. Consideran ellas que su tarea más importante es esclarecer a las trabajadoras sobre ese punto. El escrito más extendido en el momento actual es el folleto de una joven camarada de Viena sobre la cuestión sexual. ¡simplezas! Lo que hay en ese folleto, los obreros ya lo han leído desde hace tiempo en Bebel. Y aquí no se expresa de una manera tan aburrida como en ese folleto, sino con una voluntad de agitación, de ataque contra la sociedad burguesa. La discusión sobre las hipótesis de Freud puede darle a uno un aire "cultivado" y hasta científico, pero no es, en el fondo, más que un trabajo de escolar. La teoría de Freud es también una "excentricidad" de moda. “Yo desconfío de las teorías sexuales y de toda esa literatura especial que crecen en abundancia en el estiércol de la sociedad burguesa. Desconfío de quienes sólo ven la cuestión sexual, al igual que el sacerdote hindú que sólo ve su nube. Considero que esta sobreabundancia de teorías sexuales, la mayoría de ellas hipótesis, y a menudo hipótesis arbitrarias, procede de una necesidad personal de justificar ante la moral burguesa su propia vida anormal o hipertrófica, o, al menos, excusarla. Ese respeto disfrazado hacia la moral burguesa me es tan antipático como esa importancia que se da a los temas sexuales. Podrá eso parecer todo lo revolucionario que se quiera, en el fondo es profundamente burgués. Es sobre todo una moda de intelectuales. No hay sitio para eso en el partido, en el proletariado consciente." (Recuerdos de Lenin, Clara Zetkin, enero 1924, traducido de la versión francesa, http://www.marxists.org/francais/zetkin/works/1924/01/zetkin_19240100.htm).
Todo eso se acabó cuando la tenaza de la burocracia estalinista se apoderó del Estado. Las ideas de Freud fueron denunciadas como pequeño burguesas, decadentes y sobre todo idealistas, mientras que el enfoque más mecanicista de Pavlov y su teoría del "reflejo condicionado" fueron favorecidos como ejemplo de psicología materialista. A finales de los años 1920 hubo una auténtica inflación de textos antifreudianos redactados sin el menor rigor por portavoces paniaguados del régimen, una serie de "deserciones" de antiguos partidarios de Freud como Aron Zalkind, incluso ataques histéricos contra la "moral corrupta" que se asociaba falazmente a las ideas de Freud en lo que fue más generalmente el "Termidor de la familia" (según la expresión de Trotski).
La victoria final del estalinismo sobre el "freudismo" se consagró en el Congreso sobre el comportamiento humano en 1930, sobre todo con el discurso de Zalkind, el cual ridiculizó todo el enfoque freudiano, sosteniendo que la visión de Freud sobre el comportamiento humano era totalmente incompatible con la "construcción socialista": "¿Cómo podríamos nosotros usar las ideas freudianas del hombre para la construcción socialista? Necesitamos un hombre socialmente "abierto" que sea fácilmente colectivizado, y rápida y profundamente transformado en su comportamiento - un hombre capaz de mostrarse sólido, consciente y persona independiente, bien formado política e ideológicamente..." (citado en Miller, Freud and the Bolsheviks, Yale, 1998, p. 102, traducción nuestra). Sabemos muy bien lo que este tipo de transformación y de formación significaban realmente: quebrar la personalidad humana y la resistencia de los trabajadores al servicio del capitalismo de Estado y sus despiadados planes quinquenales. En esta visión, estaba claro que no había lugar para las sutilezas y complejidades del psicoanálisis, el cual podría además servir para demostrar que el "socialismo" estalinista no había curado ninguno de los males de la humanidad. Y por supuesto, el hecho de que el psicoanálisis hubiera obtenido hasta cierto punto el apoyo del ya exiliado Trotski fue aprovechado al máximo en la ofensiva ideológica contra las teorías de Freud.
¿Y en el mundo "democrático"?
¿Pero que sucedía entre los representantes del campo del capitalismo democrático? ¿No ejercieron presión los Estados Unidos de Roosevelt para lograr que Freud y su familia salieran inmediatamente de Viena, y no proporcionó Gran Bretaña al eminente doctor Freud un hogar confortable? ¿No se convirtió el psicoanálisis en occidente y sobre todo en Estados Unidos, en un nuevo tipo de Iglesia psicológica ortodoxa y sin duda rentable para muchos de sus practicantes?
En realidad, la reacción a las teorías de Freud entre los científicos e intelectuales en las democracias siempre ha sido muy diversa: veneración, fascinación y respeto mezclados con indignación, resistencia y desprecio.
En los años que siguieron a la muerte de Freud, hubo dos tendencias principales en la recepción de la teoría psicoanalítica: por un lado, una tendencia entre muchos de sus propios portavoces y practicantes a atenuar algunas de sus implicaciones más subversivas (tales como la idea de que la civilización actual se basa necesariamente en la represión de los instintos más profundos de la humanidad) a favor de un enfoque revisionista más pragmático, para encontrar aceptación social y política en la civilización actual; y, por otra parte, entre un número de filósofos, psicólogos de escuelas rivales, y autores comercialmente más o menos exitosos, un creciente rechazo de todo el corpus de ideas freudianas porque serían subjetivas, que no se pueden comprobar y básicamente no científicas. Las tendencias dominantes en la psicología moderna (hay excepciones, tales como las ideas del "neuropsicoanálisis" que han reexaminado el modelo de Freud de la psique en función de lo que hoy se conoce sobre la estructura del cerebro) han abandonado el viaje de Freud por el "gran camino hacia el inconsciente", su insistencia en explorar el significado de sueños, de las ocurrencias, de los lapsus y otras expresiones inmateriales, a favor de estudiar fenómenos más observables y medibles: las manifestaciones externas, fisiológicas, de los estados
mentales y las formas concretas de comportamiento entre los seres humanos, ratas y otros animales observados en condiciones de laboratorio.
En materia de psicoterapia, el "Estado del bienestar", interesado en reducir los costes potencialmente enormes causados por el tratamiento de la creciente epidemia de estrés, neurosis y de enfermedades mentales clásicas generada por el actual sistema social, favorece las soluciones rápidas como la "terapia conductual cognitiva" en vez de los esfuerzos del psicoanálisis por ir hasta las raíces profundas de las neurosis. Sobre todo, y esto es especialmente cierto en las últimas dos décadas, hemos visto un auténtico torrente de libros y artículos que han intentado presentar a Freud como un charlatán mentiroso, un estafador que adulteraba sus testimonios, un tirano hacia sus seguidores, un hipócrita y, ya puestos a ello, un perverso. Este ataque tiene más que una semejanza con la campaña antiMarx lanzada después del desmoronamiento del denominado "comunismo" a finales de los años 80 y así como esta campaña dio lugar al Libro negro del comunismo, ahora nos han sacado de la manga un Libro negro del psicoanálisis
El libro negro del psicoanálisis, Catherine Meyer, Mikkel Borch-Jacobsen, Jean Cottraux, Didier Pleux et Jacques Van Rillaer, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 2007, 652 páginas.
que dedica más de 600 páginas a echar basura sobre Freud y el movimiento psicoanalítico.
El marxismo y el inconsciente
La hostilidad hacia el psicoanálisis no sorprendió a Freud: en realidad le confirmaba que él había dado en el clavo. Después de todo, ¿por qué habría de ser popular si había desarrollado la idea de que la civilización (al menos la actual) era tan antitética a los instintos humanos, si había dado un nuevo golpe al "amor propio ingenuo" del hombre, según su expresión?
"Esta importancia que a lo inconsciente concedemos en la vida psíquica del hombre ha sido lo que ha hecho surgir contra el psicoanálisis las más encarnizadas críticas. Mas no creáis que esta resistencia que se opone a nuestras teorías en este punto concreto es debida a la dificultad de concebir lo inconsciente o la relativa insuficiencia de nuestros conocimientos sobre este sector de la vida anímica. A mi juicio, procede de causas más profundas. En el transcurso de los siglos han infligido la ciencia al egoísmo ingenuo de los hombres dos graves mortificaciones. La primera fue cuando mostró que la Tierra, lejos de ser el centro del Universo, no constituía sino una parte insignificante del sistema cósmico, cuya magnitud apenas podemos representarnos. Este primer descubrimiento se enlaza para nosotros al nombre de Copérnico, aunque la ciencia alejandrina anunció ya antes algo muy semejante.
La segunda mortificación fue infligida a la Humanidad por la investigación biológica, la cual ha reducido a su más mínima expresión las pretensiones del hombre a un puesto privilegiado en el orden de la creación, estableciendo su ascendencia zoológica y demostrando la indestructibilidad de su naturaleza animal. Esta última transmutación de valores ha sido llevada a cabo en nuestros días bajo la influencia de los trabajos de Darwin, Wallace y sus predecesores, y a pesar de la encarnizada oposición de la opinión contemporánea. Pero todavía espera a la megalomanía humana una tercera y más grave mortificación cuando la investigación psicológica moderna consiga totalmente su propósito de demostrar al yo que ni siquiera es dueño y señor en su propia casa, sino que se halla reducido a contentarse con informaciones escasas y fragmentarias sobre lo que sucede fuera de su conciencia en su vida psíquica.". (Introducción al psicoanálisis, Conferencia 18, "La fijación al traumas - el inconsciente", 1917
http://www.depsicoanalisis.com.ar/libros-obras/freud/lecciones/leccion-18.htm)
A los marxistas, en cambio, no debería causarles choque alguno la idea de que la vida consciente del hombre esté, o haya estado hasta ahora, dominada por motivaciones inconscientes. El concepto marxista de ideología (que, en su opinión, abarca todas las formas sociales de conciencia antes de la aparición de la conciencia de clase del proletariado) se basa firme y exactamente en esa noción.
"Pero toda ideología, una vez que surge, se desarrolla en conexión con el material de ideas dado, desarrollando y transformándolo a su vez; de otro modo dejaría de ser ideología, es decir, una labor sobre ideas concebidas como entidades con propia sustantividad, con un desarrollo independiente y sujetas tan sólo a sus propias leyes. Estos hombres ignoran forzosamente que las condiciones materiales de la vida del hombre, en cuya cabeza se desarrolla este proceso ideológico, son las que determinan, en última instancia, la marcha de tal proceso, pues si no lo ignorasen, se habría acabado toda la ideología" (Engels, Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana. 1886)
El marxismo, por lo tanto, reconoce que hasta ahora la conciencia del hombre de su posición real en el mundo ha sido inhibida o distorsionada por factores de los cuales es inconciente; reconoce que la vida social tal como ha sido hasta ahora ha creado obstáculos fundamentales en los procesos mentales del hombre. Un claro ejemplo de esto sería la incapacidad histórica de la burguesía de imaginarse una forma de sociedad superior al capitalismo, ya que esto implicaría su propia desaparición. Esto es lo que Lukács llama un "inconsciente condicionado de clase" (Historia y conciencia de clase). Y también puede abordarse la cuestión desde la perspectiva de la teoría de Marx de la alienación: el hombre alienado es ajeno a su prójimo, a la naturaleza y a sí mismo, mientras que el comunismo superará este extrañamiento y el hombre será plenamente consciente de sí mismo.
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