
"En mis horas libres, y tengo muchas, he repasado mi caso y he pensado cómo lo juzgará el mundo de la Ciencia, al que no pertenezco ya.
Hasta un comerciante de en lanas, además de comprar barato y vender caro,
tiene que preocuparse de que el comercio de la lana se desarrolle sin
impedimentos. El cultivo de la ciencia me parece exigir especial valentía a ese
respecto. La Ciencia comercia con el saber obtenido mediante la duda. Al
tratar de impartir saber a todos sobre todas las cosas, aspira a hacer de
todos los hombres que duden. Ahora bien, la mayor parte de la población es
mantenida por sus príncipes, sus terratenientes y clérigos en un vaho
nacarado de supersticiones y consejas, que oculta sus maquinaciones. La
miseria de la mayoría es antigua como la montaña, y desde el púlpito o desde
la cátedra se la declara indestructible como esa montaña. Nuestro nuevo arte
de la duda encantó al gran público. Nos arrancó el telescopio de las manos y
lo apuntó hacia sus torturadores: príncipes, terratenientes y sacerdotes. Esos
hombres egoístas y brutales, que habían aprovechado ansiosamente los
frutos de la Ciencia notaron todos que la fría mirada de la Ciencia se dirigía
hacia una miseria milenaria, pero artificial, que podía ser eliminada
claramente si se los eliminaba a ellos. Nos abrumaron con amenazas y
sobornos, irresistibles para las almas débiles. Pero, ¿podemos negarnos a la
masa y seguir siendo científicos? Los movimientos de los cuerpos celestes se
han vuelto más previsibles, pero todavía son incalculables para sus pueblos los
movimientos de sus soberanos. La lucha por la mensurabilidad del cielo se ha
ganado mediante la duda; a causa de su fe, la lucha de las amas de casa
romanas por su leche se perderá todos los días. La Ciencia tiene que ver con
ambas luchas. Una humanidad tambaleante en un vapor nacarado de
supersticiones y consejas, demasiado ignorante para desarrollar sus propias
fuerzas no será capaz de desarrollar las fuerzas de la naturaleza que vosotros
le reveláis. ¿Para quién estáis trabajando? Yo sostengo que el único objetivo
de la Ciencia es aliviar las fatigas de la existencia humana. Si los científicos,
intimidados por los poderosos egoístas, se contentan con acumular Ciencia
por la Ciencia misma, se la mutilará, y vuestras nuevas máquinas significarán
sólo nuevos sufrimientos. Quizá descubráis con el tiempo todo lo que haya
que descubrir, pero vuestro progreso será sólo un alejamiento progresivo de la
Humanidad. El abismo entre vosotros y ella puede ser un día tan grande que
vuestros gritos de júbilo por alguna nueva conquista sean respondidos por un
griterío de espanto universal… Como científico tuve una posibilidad
excepcional. En mi época, la Astronomía llegó a la plaza pública. En esas
condiciones muy especiales, la firmeza de un hombre hubiera podido provocar
grandes conmociones. Si yo hubiera resistido, los hombres dedicados a las
ciencias naturales hubieran podido desarrollar algo así como el juramento de
Hipócrates de los médicos: ¡la promesa de utilizar la ciencia únicamente en
beneficio de la Humanidad! Tal como están las cosas, lo más que se puede
esperar es una estirpe de enanos inventores, que podrán alquilarse para todo.
Además, he llegado al convencimiento de que nunca estuve verdaderamente
en peligro. Durante algunos años fui tan fuerte como la autoridad. Y entregué
mi saber a los poderosos para que lo usaran, no lo usaran o abusaran de él,
según conviniera mejor a sus fines.
He traicionado a mi profesión. Un hombre que hace lo que yo he
hecho no puede ser tolerado en las filas de la Ciencia."
Hasta un comerciante de en lanas, además de comprar barato y vender caro,
tiene que preocuparse de que el comercio de la lana se desarrolle sin
impedimentos. El cultivo de la ciencia me parece exigir especial valentía a ese
respecto. La Ciencia comercia con el saber obtenido mediante la duda. Al
tratar de impartir saber a todos sobre todas las cosas, aspira a hacer de
todos los hombres que duden. Ahora bien, la mayor parte de la población es
mantenida por sus príncipes, sus terratenientes y clérigos en un vaho
nacarado de supersticiones y consejas, que oculta sus maquinaciones. La
miseria de la mayoría es antigua como la montaña, y desde el púlpito o desde
la cátedra se la declara indestructible como esa montaña. Nuestro nuevo arte
de la duda encantó al gran público. Nos arrancó el telescopio de las manos y
lo apuntó hacia sus torturadores: príncipes, terratenientes y sacerdotes. Esos
hombres egoístas y brutales, que habían aprovechado ansiosamente los
frutos de la Ciencia notaron todos que la fría mirada de la Ciencia se dirigía
hacia una miseria milenaria, pero artificial, que podía ser eliminada
claramente si se los eliminaba a ellos. Nos abrumaron con amenazas y
sobornos, irresistibles para las almas débiles. Pero, ¿podemos negarnos a la
masa y seguir siendo científicos? Los movimientos de los cuerpos celestes se
han vuelto más previsibles, pero todavía son incalculables para sus pueblos los
movimientos de sus soberanos. La lucha por la mensurabilidad del cielo se ha
ganado mediante la duda; a causa de su fe, la lucha de las amas de casa
romanas por su leche se perderá todos los días. La Ciencia tiene que ver con
ambas luchas. Una humanidad tambaleante en un vapor nacarado de
supersticiones y consejas, demasiado ignorante para desarrollar sus propias
fuerzas no será capaz de desarrollar las fuerzas de la naturaleza que vosotros
le reveláis. ¿Para quién estáis trabajando? Yo sostengo que el único objetivo
de la Ciencia es aliviar las fatigas de la existencia humana. Si los científicos,
intimidados por los poderosos egoístas, se contentan con acumular Ciencia
por la Ciencia misma, se la mutilará, y vuestras nuevas máquinas significarán
sólo nuevos sufrimientos. Quizá descubráis con el tiempo todo lo que haya
que descubrir, pero vuestro progreso será sólo un alejamiento progresivo de la
Humanidad. El abismo entre vosotros y ella puede ser un día tan grande que
vuestros gritos de júbilo por alguna nueva conquista sean respondidos por un
griterío de espanto universal… Como científico tuve una posibilidad
excepcional. En mi época, la Astronomía llegó a la plaza pública. En esas
condiciones muy especiales, la firmeza de un hombre hubiera podido provocar
grandes conmociones. Si yo hubiera resistido, los hombres dedicados a las
ciencias naturales hubieran podido desarrollar algo así como el juramento de
Hipócrates de los médicos: ¡la promesa de utilizar la ciencia únicamente en
beneficio de la Humanidad! Tal como están las cosas, lo más que se puede
esperar es una estirpe de enanos inventores, que podrán alquilarse para todo.
Además, he llegado al convencimiento de que nunca estuve verdaderamente
en peligro. Durante algunos años fui tan fuerte como la autoridad. Y entregué
mi saber a los poderosos para que lo usaran, no lo usaran o abusaran de él,
según conviniera mejor a sus fines.
He traicionado a mi profesión. Un hombre que hace lo que yo he
hecho no puede ser tolerado en las filas de la Ciencia."
(La vida de Galileo. Bertolt Brecht. Discurso de Galileo, escena 15, Traducción
de Miguel Sáenz)
Les dejo un breve texto de Ética y Filosofía Política.
Ética, ciencia y política en el siglo XX. Tres
miradas: Einstein, Russell y Brecht” por Francisco Fernández Buey
http://www.upf.edu/materials/fhuma/etfipo/eticac/docs/dos_etpolc1206.pdf
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