sábado, 1 de mayo de 2010

Lluvia en el país de los sin techo.

Sentando las bases para una mejor productividad.

Por Ariel Zúñiga Nuñez





Ha llegado la lluvia, al menos una quincena de ventaja le dio al gobierno para que actuara y como vemos, nada. Escombros sobre escombros, adobes licuados, niños tapados con plásticos, periodistas bien abrigados y alimentados impostando la congoja, la calamidad evitable exhibida con asombro.

Aunque desde aquí se escuchen los martilleos de los techistas, y hasta aquí llegue el olor a chaleco mojado de sus buenas intenciones, sabíamos desde el principio que todo era una continuación del espectáculo, por otras vías, y de la calamidad por la acción de otros eventos naturales previsibles.

Los especuladores, que deberían adornar nuestro escudo junto a los pacos y los perros vagos, se frotan las manos, y no es por el frío, como los cientos de miles de damnificados. Socios, amigos y financistas del gobierno anterior; ministros, subsecretarios, intendentes ¡y hasta el presidente! de la administración actual. Esperaban ansiosos la lluvia que desmoronara por fin la quimera de la reconstrucción y arrojara los cuerpos sobrantes a las fauces del libre mercado: El shock, a río revuelto ganancia de pescadores.

Nada mejor que los adobes irreparables por efecto de la humedad para soslayar las normas de monumentos nacionales; nada mejor que niños moquillentos en la TV, y tiritando para justificar la miserable política de arrojar mediagüas como solución habitacional definitiva.

Son transitorias, dicen, como los arreglos en la villa olimpica que cumplieron 25 años de transitoriedad y el 27 de febrero quedaron en el suelo.

Qué mejor que un pueblo de rodillas, entumecido, estilando, atacado inclemente por un terremoto, un tsunami, un diluvio sin protección, y para colmo, por la piratería avalada por nuestra clase dominante. Asediado por las buenas intenciones de los vampiros, de todos quienes quieren esquilmarlos, explotarlos, empezando por el gobierno, siguiendo por los bancos y todo el macroempresariado “caritativo”.

Los buitres con maletín que recorren las zonas devastadas, comprando por tres monedas los terrenos sin que el gobierno haga nada, sin que se congelen las transferencias, como se hizo luego de la erupción del Chaitén, o se utilice la “zona de emergencia” para algo diferente que para amedrentar al propio pueblo arrodillado.

Qué mejor para la raza de mercanchifles que nos asolan que un país en mediagüas ansioso que le pasen un chuzo y una picota para emplearse en el PEM y el POJ por un plato de garbanzos.

Es el modo de crear los empleos prometidos, de aumentar nuestra “productividad”, bajando los salarios de facto al llevar a un diez por ciento de la población a la más angustiante miseria.

Y las cifras dirán que Chile sigue creciendo, el próximo año será de un crecimiento “sin precedentes”. Cada ventana que le hagan a la mediagüa, cada bolsa plástica que le arrojen encima, aumentará el IMACEC, el miserable nivel de ingresos “fomentará la inversión extranjera”, y los multimillonarios recursos del cobre, de lo cual hoy nadie más habla, aportarán al “crecimiento” local, al menos de la cifras, mientras son disfrutados en otras latitudes.

Lo único transitorio será el aumento del royalty, que se aumenta dentro de niveles risibles, y se hace de modo que no “se vayan a enojar las grandes compañías”. No vaya ser cosa que se enojen y se aburran de enriquecerse a nuestra costa.


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